De Juan Carlos, Fanjules y bateyes
Si todas las elucubraciones son ciertas, el emérito (ese Rey del que usted me habla) va a pasar unos días, tal vez meses, en el lujoso conjunto de Casa de Campo, en La Romana (República Dominicana), acogido por los hermanos Fanjul, cubanos de origen asturiano productores de caña gracias a la dictadura cubana de Batista y posteriormente expropiados por Fidel Castro (que mandó parar) y huidos a Florida (USA) y posteriormente a República Dominicana.
Dicen que las tres cuartas partes del azúcar que se consume en USA proceden de campos de caña propiedad de estos emprendedores, que para diversificar el negocio, se han dedicado también a la inversión en inmuebles turísticos. Entre otros, poseen este pequeño país -Casa de Campo- dentro de otro país – República Dominicana- lugar donde se dan cita los must del poder y el dinero no solo de latinoamérica sino de buena parte del mundo. Fortunas de dudosa legalidad llegan al helipuerto privado en la más absoluta discreción, o con un poco más de ruido si aterrizan con sus jets en el cercano aeropuerto de La Romana. Se reúnen junto a los infinitos campos de golf del resort, charlan animadamente de sus cosas, disfrutan de actuaciones de artistas de postín en el anfiteatro de Altos de Chavón (una especie de STARLITE Marbella, pero en dominicano) y urden sus siguientes movimientos para seguir viviendo a cuerpo de Rey (jaja, qué bien traído) con el mínimo esfuerzo posible.
El emérito podría aprovechar el tiempo que pase invitado por los Fanjul, y darse una vuelta por los alrededores de Casa de Campo. No tendrá que ir muy lejos para descubrir dónde y cómo ganan el dinero sus anfitriones. Debe tomar la nacional que une las ciudades de La Romana e Higüey, la antigua carretera que llevaba a los turistas a Bávaro y que ahora está semiabandonada por la apertura de la Autovía del Coral, que va directa hasta Punta Cana.
En esa nacional, decía, encontrará un cruce de vías junto al Parador El Chévere, similar a los bares de carretera españoles pero con todo el encanto y la idiosincrasia del país caribeño. Esas vías no son las del AVE (vaya, una comisión perdida) sino las que transportan a bordo de vagones desvencijados toneladas de caña de azúcar recién cortada por niños braceros haitianos la mayoría, algunos con apenas 12 años de edad. Y si son niñas, les esperan las barras y garitos a pie de camino para ejercer el oficio más viejo del mundo, a veces por un poco de comida. No me lo han contado, que yo lo he visto..
Los cientos de braceros malviven amontonados en los bateyes, pequeños poblados sin agua ni luz ni saneamiento la mayoría, hechos a base de paredes de madera y techos de chapa. Los asentamientos de temporeros en España son hoteles de cinco estrellas comparados con los bateyes.
El emérito puede visitar a escasos kilómetros de la carretera el batey Piñita, o el batey 412 y podrá comprobar de primera mano cómo los Fanjul hacen su plata hoy en día, en pleno siglo XXI, e imaginarse cómo la hacían el siglo pasado en Cuba, con el beneplácito del dictador Batista.
Y si no le apetece juntarse con esa maraña de niños que le van a pedir un peso, de hombres enfermos y delgados hasta la casi transparencia, sucios y de caras vacías, puede leer el libro de Jesús García Esclavos en el paraíso – El reino de Dios en los bateyes dominicanos (Editorisal Libroslibres, 2012) sobre el misionero anglo-español Christopher Harley Sartorius y sus vivencias en estos lugares alejados del mundo.
O también podría llamar por teléfono a su esposa, la reina Sofía (si es que le coge la llamada), quien sí conoció al misionero. Fue un encuentro tenso; Harley mostró a Sofía fotografías de los bateyes en las plantaciones de caña de los Fanjul y la griega se limitó a decir que los Fanjul eran muy amigos suyos, que los acogían cada vez de viajaban a Miami (Florida).
El origen de la fortuna de los Fanjul (y de otra familia patricia de origen italiano con la que comparten trono, los Vicini) está en la esclavitud de los haitianos y jamaicanos, tanto en Cuba como en la República Dominicana, desde el siglo pasado y hasta hoy en día.
Las denuncias del misionero, el eco que tuvieron a nivel internacional, fue una bofetada de realidad que trataron por todos los medios de callar. Ambas familias pusieron a trabajar toda su maquinaria legal y económica, pero los Vicini perdieron en los tribunales de Estados Unidos una demanda por difamación contra el documental El precio del azúcar, elaborado por Bill Haney con el testimonio de Christopher Hartley.
El misionero comenzó a recibir amenazas de muerte: “Cualquier día encontrarán tu cuerpo en uno de esos caminos de barro que recorres”. Y tuvo que irse en el 2006. Lo ha contado el dominicano Carlos Agramonte, en su novela El sacerdote inglés, editada por el propio autor y retirada de las librerías como consecuencia de la presión de los poderosos Vicini. Actualmente, este libro está prohibido en la República Dominicana.
El historiador dominicano Esteban Rosario explica en su libro El Grupo Vicini, el verdadero poder cómo la familia controla los sectores más importantes de la economía nacional . También detalla que la familia formó parte de la conspiración contra el presidente Juan Bosch que en 1963 prohibió el latifundio y les obligó a pagar impuestos. El conflicto concluyó con la invasión estadounidense.
Por su parte, los Fanjul, muy amigos de los Clinton, conservan sus privilegios en Estados Unidos, donde reciben millonarias subvenciones y consiguieron sepultar la película Sugarland en la que Jodie Foster y Robert de Niro adaptaron al cine un reportaje de Vanity Fair en el que Marie Brenner dio a conocer las atrocidades que se cometían en los bateyes.
Así pues, el emérito va a tener tiempo más que suficiente para empaparse de la historia negra del país y de la familia que le da cobijo, mientras saborea un delicioso Brugal Extraviejo con lima.
Y mientras tanto en España, una legión de cortesanos dando gracias.
Me cuesta decirlo, pero tenemos lo que nos merecemos.
Foto: Javier Arcenillas/El Mundo
Foto: Tino Soriano - Batey 3
Foto: Tino Soriano - Batey Isabela
Foto: Raùl Zecca Castel/ El Confidencial
Documental realizado en 2007 por Bill Haney y producido por Haney y Eric Grunebaum sobre la explotación de inmigrantes haitianos que trabajan en la producción del azúcar en Republica Dominicana y los esfuerzos del sacerdote anglo-español Christopher Hartley para mejorar su situación.
El documental ganó el premio del público en el 2007 South by Southwest Film Festival.
El 19 de noviembre de 2007, el precio del azúcar fue nombrado por la Academia de las Artes y las Ciencias como una de las 15 películas en su documental Oscar lista.