Me gustaría darte el mar
Fueron unos años delirantes. Se me mezclaban las crónicas del Real Zaragoza con los titulares imposibles del suplemento La Noche, que fue uno de los mejores inventos de El Día y que hoy hubiera sido imposible escribir, y mucho menos publicar. Buscad en la hemeroteca el suplemento (por desgracia no hay soporte digital para esa obra de arte que fue El Día) y alucinad.
Por esas noches y madrugadas de huevos fritos, Mariano Gistaín y Luis Alegre arreglaban el mundo con super paint, y Roberto Miranda sintetizaba en una frase llena de poesía el titular perfecto para una noticia totalmente surrealista.
Cuando aparecía Joaquín Carbonell, le repetía la misma sandez todos los días ¿usted es Labordeta, verdad?. Y risas.
Cuando Joaquín publicaba Con la ayuda de todos en 1976, yo apenas contaba con 12 años, demasiado joven para entenderlo. Pero afortunadamente, ese disco perduró y perduró y junto a otros de La Bullonera y de Labordeta conformaron la banda sonora de mi adolescencia revolucionaria.
Cada vez que lo veía en la redacción tenía esa sensación de furor, porque era el autor de canciones que yo había cantado en trincheras infantiles. Yo tenía apenas 25 años, me habían expulsado de los Marianistas de Zaragoza y vivía en la casa familiar del barrio de la Magdalena. ¿Qué más se le puede pedir a un aprendiz de guerrillero?
Me acercaba a él casi con miedo, con la admiración de estar ante un creador de muchas cosas, de canciones, de poemas, de textos. Me abrumaba, y disfrutaba de su presencia, siempre atento a ver qué decía, qué dardo lanzaba, qué ocurrencia. No fue mucho tiempo, pero el suficiente para que calara en mí ese aragonesismo somarda, noble y tierno que destilaba.
Es una putada, y grande.
Después de haber padecido ser aragonés de Teruel y haber demostrado con creces que se puede ser profeta en tu tierra, se lo lleva el bicho cuando comenzábamos a rendirle cuentas, a darle en forma de homenajes y reconocimiento una pequeña parte de lo que nos dio.
Si en vez de nacer en un parto sin doctor en Alloza, lo hubiera hecho en Madrid o Barcelona, su carrera hubiera sido otra. Pero no hubiera sido la que ha sido; la que vamos a releer, escuchar y estudiar en el futuro.
Me quedo con el cantautor, me quedo con el poeta, me quedo con el periodista, con el escritor y con su visión acertada de mi tierra, Aragón, que como bien escribió junto a Roberto Miranda en el libro Proyecto de Estatuto de Aragón (Plan B) es un Reino sin animo de lucro.
Buen viaje, compañero.
(Foto de Portada: Javier Cebollada/EFE)